La muerte de las postales y las cartas

Hace escasamente diez años que se empezó a perder la ilusión por abrir el buzón cada mañana. Todo lo que encontramos en esa cajita situada junto al ascensor o la puerta de nuestra casa son facturas y anuncios publicitarios. La costumbre de enviar postales de los lugares que visitamos a nuestros familiares y amigos se ha perdido por completo. La culpa de todo esto la tiene, sin duda alguna, Internet. El email, las redes sociales, los móviles, las aplicaciones de intercambio de mensajes o de llamadas entre pc han matado al sello y al sobre. Antes debiamos esperar entre 1 y 2 semanas en recibir noticias de nuestro amigo que estudia en Finlandia. Ahora, con un solo click podemos hasta hablar con él cara a cara sin movernos de nuestra casa. Primero comenzamos con el email, donde redactabamos nuestras vivencias e incluso adjuntabamos alguna foto para darle más detallismo al mensaje. Esto, que ya parecia una revolución, ha evolucionado gracias a las redes sociales como Facebook o tuenti. En ellas podemos ver, mostrar y comentar fotos de nuestros amigos y familiares. Además disponemos de programas de envio de mensajes instantaneos y videollamada como Messenger o Skype, con los cuales podemos mantener conversaciones sin gastar más dinero que el que pagamos por la conexión a internet. Y si pensabamos que con esto ya era suficiente, ahora tenemos los teléfonos móviles, con acceso a internet, videollamadas, mensajes multimedia... Es decir, prácticamente todo lo que podemos hacer con nuestro ordenador, se puede hacer también con nuestro teléfono móvil.
Sin embargo, la gran pregunta es: ¿Es esto un avance en comunicacion o de control de personas?
Hace unos años leias con ilusión la postal que te había enviado tu amigo. Y escribias una contestación con la misma ilusión que la recibias. Pero ahora... consultas tu correo electrónico cada 5 minutos, revisas una y otra vez su perfil comprobando la última vez que se conectó a la red social y llamas y envias sms, generando un estado de ansia que te colapsa preguntándote una y otra vez porqué tu amigo no te ha contestado aun. Y cuando por fin lo hace, sientes un pequeño alivio que dura el segundo que tardas en responder al mensaje preguntando porqué ha tardado tanto en contestar.
Y mientras, nuestro pequeño y solitario buzón se va llenando de lágrimas convertidas en facturas y publicidad resignándose del nuevo estado que le ha tocado vivir.

0 comentarios:

Publicar un comentario